Tras conocer unos días atrás las penalidades sanitarias por la que pasaba el ejercito nacional en su intento de librar Bilbao del asedio de las tropas carlistas, José María Esquerdo comunicaba a la dirección del Hospital Provincial de Madrid, donde trabajaba como médico cirujano desde 1868, su decisión de acudir a la capital vizcaína para prestar sus servicios médicos a las tropas gubernamentales, sometidas a una triple epidemia de viruela, tifus y cólera.
En tal empresa le acompañaría un equipo formado por los profesores de medicina y cirugía Elías Lauburu, Victoriano Garrido, Modesto Hernández y Santiago Esquerdo y Lloret, este último sobrino suyo, así como los alumnos de la facultad de Medicina de Madrid Joaquín Heredia, Vicente Muñoz, J. Rufo Pérez y Enrique Fuentevilla, todos ellos discípulos suyos.
Quince días después, tras cumplir con su cometido, José María Esquerdo junto a todo su equipo regresaba a Madrid.
A su vuelta el recién instaurado gobierno monárquico quiso recompensarle con una cruz al mérito, ofrecimiento que, tal como haría a lo largo de su vida con este tipo de honores, rehusó.